En aquella época de mis diez años solía
caminar descalzo cada mañana por la playa, dejando atrás las últimas casas de
los isleños. La Tortuga, esa pequeña isla que fuese el centro de la piratería y
reuniera a los famosos bucaneros, fue mi hogar. Mi padre viajando por el mundo
nos dejaba con mi madre en aquel paraíso. Ya no estaban los piratas, ni los
viejos barcos a vela. Como ocurre inexorablemente en la vida todo se acaba y
finalmente se olvida. Cada hombre de
color me cuidaba, toda la naturaleza se abría en mil colores para mis ojos. La selva con su
verde rabioso emitía sonidos, me saludaba
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