La piratería
en el Caribe de los siglos XVII y XVIII constituye sin duda un capítulo a
sangre y fuego de la navegación. Los hombres de aquellas épocas a bordo de
pesados barcos, cuyas maniobras necesitaban de la fuerza bruta, requerían
además grandes dosis de conocimientos marineros
y mucho valor. Europa armaba tripulaciones que luego asolaban aquellas aguas, robando
para la Corona,
otros por su propia cuenta elegían esa vida de absoluta libertad y pocas
reglas, Claro que sufrían grandes penalidades para atravesar el océano y luego
dar batallas brutales, donde las posibilidades de sobrevivir muchas veces
eran escasas. Como decía Morgan: “Si
muchos mueren en la acción, tendremos más botín para repartir”.
Grandes
aventuras goletas, bergantines, palos, jarcias, gruesos cabos de duro cáñamo,
ásperos como lija, gritos de
órdenes, despiadados capitanes, dureza ,
salvajismo, huracanes, mares bravos, tiburones. Horizontes durante días y días
y al fin la costa para saquear u otro navío. Entonces lo peor del hombre
afloraba sobre sus víctimas. A pesar de ello estoy seguro que la mayoría que se
embarcaba amaba los cielos abiertos, el olor a la sal, la algarabía de los
pájaros cuando desembarcaban en alguna isla. Las tabernas, el ron, el sol
imperturbable. Las noches con mujeres de todo tipo. El sueño reparador en los
Coy. Y otra vez el mar, sable en mano hasta el próximo saqueo.
En mis
estancias en el Caribe he mirado el horizonte esperando casi con certeza que alguna
embarcación pirata llegara desde el fondo del tiempo. Hoteles, playas
tranquilas, nativos amigables y un suave ron me dicen que los tiempos son
otros.
Las aguas del
Caribe vieron a muchos de aquellos hombres y también mujeres, como Anne Bonny,
que junto con Mary Read, fueron las
dos piratas más famosas del siglo XVIII,
aunque no fueron las únicas de la historia.
Tal vez el
pirata con más éxitos fue el menos conocido.
Imagino el
rugir atronador de los cañones, el olor a pólvora, el crujir de la madera
destrozada, los gritos, la lucha misma. El final de la vida de muchos en la
horca, o como decía a sus hombres el
famoso John Roberts “Vamos a tener una vida corta pero feliz” y así fue,
más conocido como Bartholomew Roberts, fue un pirata galés. Por el número de
sus atracos, estimados en al menos 400, ha sido considerado como uno de los más
exitosos de la historia. Después de ejercer el oficio de marinero, a sus 37
años decidió ser parte de la tripulación de Howell Davis, iniciando sus
correrías en la piratería. Armó una escuadrilla que llegó a desestabilizar a la flota británica, Es
conocido por el reglamento impuesto a su tripulación y también por su peculiar
personalidad que se caracterizaba en el
buen trato a las mujeres, la abstinencia de licor y su educación. Su muerte
cerró la etapa de mayor auge de la piratería en América.
Se cuenta que
era un hombre culto, y que leía la
Biblia a sus hombres.
Hasta el año
de 1719, John Rober era un sujeto
honesto. Formaba parte de la tripulación como primer oficial del Princess of London, que se dirigía de
Londres al Golfo de Guinea para negociar esclavos. En este tiempo cambió su nombre a Bartholomew. Una vez en el lugar,
y junto a otros dos navíos, fueron
asaltados sin oponer resistencia por piratas al mando de Howell Davis quien
posteriormente vendió las naves capturadas. Por último, como práctica usual en
una tripulación apresada, Davis terminó lanzando la invitación para aquellos
que quisieran acompañarle. Roberts sin
un futuro promisorio, resolvió formar parte de los malhechores junto a otros 34
compañeros. A él se adjudican estas palabras: Es mejor ser comandante que un
hombre común. Roberts alcanza buena reputación con el Capitán, quien se dirige
a la Isla Principe enclave portugués
cercano a Guinea, donde éste es asesinado con algunos de sus hombres. Ante la
muerte, y sin alguien al mando, el grupo de piratas sobrevivientes eligió a
Roberts como su nuevo jefe siendo su primera actuación vengar la muerte de
Davis.
Una larga
serie de saqueos y victorias lo convirtieron en un hombre peligroso. Finalmente
el 10 de febrero de 1722 el navío
inglés Swallow combate con el The Royal Fortune, comandada por Bartholomew
y éste fallece al recibir una andanada. La flotilla es capturada y los hombres llevados a juicio. Así termina una época de soles eternos, hombres violentos y
libres.
Bartholomew
Roberts redacta once normas de comportamiento y pretenden reglar
la conducta de la tripulación. Fueron escritos en 1721 debido a una deserción
masiva. Es interesante notar que a pesar de todo hasta los piratas tenías
reglas que seguir. Hoy siguen existiendo piratas con lanchas rápidas y armas
automáticas en algunos mares del mundo y están los otros, los piratas de muchos
gobiernos….pero esa es otra historia.
I. Todo hombre
tiene voto en los asuntos del momento, tiene igual derecho a provisiones
frescas o licores fuertes en cualquier instante tras su confiscación y pueden
hacer uso de ellos a placer, excepto que la escasez haga necesario, por el bien
de todos, su racionamiento.
II. Todo
hombre será llamado equitativamente por turnos, según la lista, al reparto del
botín (sobre y por encima su propia participación), se le permitirá cambiarse
de ropa para la ocasión pero, si alguno defrauda a la compañía por valor de un
dólar de plata, joyas o dinero, será abandonado a su suerte en el mar como
castigo. Si el robo fuese entre miembros de la tripulación, esta se contentará
con cortar las orejas y la nariz al culpable y lo desembarcará en tierra, no en
lugar deshabitado pero sí en algún sitio donde se dé por sentado que encontrará
adversidades.
III. Nadie
jugará a las cartas o dados por dinero.
IV. Las luces
y velas se apagarán a las 8 de la noche; si después de esa hora algún miembro
de la tripulación se inclina a seguir bebiendo, puede hacerlo sobre cubierta.
V. Mantener
sus armas, pistolas y sables limpios y listos para el servicio.
VI. No se
permiten niños ni mujeres. Si cualquier hombre fuera encontrado seduciendo a
cualquiera del sexo opuesto, y la llevase al mar disfrazada, sufrirá la muerte.
VII. En
batalla la deserción del barco o sus camarotes será castigada con la muerte o
al abandono a su suerte en el mar.
VIII. No se
permiten las peleas a bordo, pero las disputas de cualquier hombre se
resolverán en tierra, a espada y pistolas.
IX. Ningún
hombre hablará de dejar su modo de vida hasta que haya aportado 1000 libras. Si, para
conseguirlo, perdiera una extremidad o quedara impedido para el servicio, se le
darán 800 dólares extraídos del inventario común y por heridas menores, en
proporción a su gravedad.
X. El capitán
y su segundo recibirán dos partes del botín; el maestre, contramaestre y
cañonero una parte y media, y el resto de los oficiales, una parte y un cuarto.
XI. Los
músicos tendrán descanso el sábado pero no los otros seis días y noches, a no
ser por concesión extraordinaria.
Muy buena descripción de una época.
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