Los recuerdos llegan,
mientras te pienso, en este cuarto gris. Tantas cosas que
fueron y ya no están. Aquel farol que derramaba su luz incierta en mi viejo
barrio
Los adoquines brillantes, la garúa de las noches de mayo.
Tus ojos claros que me miran desde el recuerdo. Mi calle y las sillas en
las veredas de las noches de verano, y el perfume intenso de los tilos en la
plaza. Cada cosa se ha ido, silenciosamente.
Año tras año. Perdimos la tranquilidad, de días llenos de
cielos azules y barriletes. Potreros y pelotas, juegos.
Casi veo la enredadera tapando pudorosamente el largo
paredón de tu cuadra.
Abro este libro y releo los viejos versos de Carriego. Tan lejano,
tan incierto y lo pienso un poco mío. Él vivió en los comienzos del siglo, y yo
lo termino. Estamos los dos (al menos así lo creo) unidos por el tiempo,
admirando su pincel.
Aquel Buenos Aires de inmigrantes y cuchilleros, de arrabal
y ausencias. De italianos en inquilinatos. De valor y veredas. De cielos
abiertos, de esperanzas, de pampa grande y generosa.
Dios mío cuánta miseria, cuántas vidas gastadas.
Tal vez, solo tal vez, no haya sido en vano.
Y hoy al final de este tiempo, en que ya no hay, ni
cielos, ni veredas, ni esperanzas grandes,
Carriego me gritas desde algún lugar, que el sufrimiento es
el mismo, igual que el anhelo.
Encerrado frente a una pantalla de computadora, desgrano estos
pensamientos, pero afuera, allá en ése Buenos Aires, que hoy ya no es mío, hay
noches negras de hombres arañando la basura.
Gente con ojos gastados, solos, inmensamente solos,
hacinados en pocilgas. Si lo veo mientras corro por las autopistas.
Miro la ventana de mi cuarto, intento buscarte, encontrar
algún gesto, alguna señal que me diga que aún estás. Que no todo es adiós, que
hay un sentido.
Cierro los ojos y veo un viejo organillero, el ciego de los
versos de Carriego. Una costurerita, una novia olvidada. Los hombres y mujeres
que hicieron este País. No puede ser que hoy sus huesos, no sean al menos
un recuerdo querido.
Sí, claro, compadritos y Shoping.
Pampa y la vía. Sur paredón y después...una luz de almacén.
Barrio plateado por la luna. Bailongos y tangos, compadradas
y bravura.
Palermo lleno de quintas y el arroyo Maldonado que hoy corre
callado bajo una avenida.
Te busco y si te olvido te pierdo.
Y si olvidamos las raíces no somos nada
Por eso quieren borrar todo recuerdo, los políticos los
curas, los patrones, los que venden los que compran. Los comunicadores,
los periodistas, todos nosotros si no pensamos.
Por ello Evaristo te recuerdo y tus calles y tus
pobres, hombres y mujeres, aquellos días.
Pero hay tantas cosas más para no olvidar.
No, no voy a olvidar tu rostro dulce y tierno, ni mis manos
llenándote de caricias.
También están hoy las hordas de hombres y mujeres que solo
mendigan un trabajo.
No, no voy a olvidar que el poder se vanagloria, mostrándose
entre putas y drogas.
No, no voy a olvidar y quiero que vos tampoco olvides, porque
si no estaremos muertos.
Hoy pienso todo esto, con rabia, con desilusión, pero
también con esperanzas de decirte:
en nosotros está toda la fuerza. Si sabemos podemos cambiar.
Mi viejo y querido Carriego, solo quería decirte estas
palabras.
!Es cierto cuánto hemos perdido en nuestra querida Argentina!
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