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PLegaria del Marino











Los marinos a veces, en la incertidumbre de sus largas singladuras, necesitan del canto, para que flote en el viento, y temple sus días, mientras sus naves se pierden en  la inmensidad líquida, impulsadas siempre hacia la nada, hacia otro  eterno horizonte.

 

 

 

 

 

Busqué en el espacio infinito del mar, la línea recta a la que nunca se llega.

 El viento en la cara, los cabos nudosos endureciendo la piel y la sal de la mañana brillando en la cubierta desteñida de los días.

 Encontré tierras extrañas, con hombres umbríos, sin más sueños que el próximo día.

 Con dioses de pura piedra y ciegos ojos. Escuché sus lamentos, oí el rumor de sus gritos a la nada y el patético silencio de sus santos. Asistí absorto a sus esperanzas insensatas, a sus sueños de vida en la muerte y sus dioses callaron lo que no podían dar. Y mientras aún soñaba con el mar y con timones dóciles en mis manos, comprendí la verdad, el espanto, la risa de los reyes en sus tronos democráticos. Entonces, una noche en que la luna gris se asomó indecisa sobre los oscuros y altos edificios, supe que mi lugar no estaba allí, si no allá. Y partí buscando la simple verdad de paz y tormentas, de agua y soles.

 Sin más deseo que el viento y con la única sed de cielos y estrellas.

 Una mañana de frió invierno dejé atrás a los hombres, huí montado en las ásperas olas de julio, hacia el cálido norte. Al horizonte eterno que marca el fin inexorable de nuestros sueños. Hacia la vida que no es otra cosa (libre de dioses y tiranos) que la sucesión de días multitudinarios de gaviotas y delfines.

 Ahora los vientos acarician las velas, mientras mis manos marineras me llevan, firmes el timón, hacia todas las estrellas que puedo ver. Hacia tantos amaneceres como queden, hacia tantas noches en que sueñe con otros días luminosos, mientras la ola, en su juego de amor golpee con delicadeza mi nave blanca, como un tambor cuyo sonido surja de los profundos abismos, a los que un día partiré, entonces para siempre y no habrá en ése tiempo falsos dioses de piedra, ni lapidas para mi nombre, solo la ola inmensa cubriendo la exhausta y atribulada historia de los hombres. Hombres engañados por otros hombres perversos.

 Las jarcias silban el canto eterno de las sirenas y entonces soy feliz





2 comentarios:

  1. Extraña y maravillosa manera de describir el profundo sentimiento de un solitario del mar

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