Miro al cielo con el deseo de ver más allá de azul profundo.
Pero las palabras que caminan en el aire siembran dudas
Y las lágrimas del alma resbalan lenta y persistentemente, mordiendo cada
centímetro de carne.
¿Qué hago aquí bajo las estrellas, en este desierto abarrotado de gentes?
Con sigilo me deslizo para no sumarme al rumor graznado de la multitud, que va
y viene sin verse, que vive sus días gastándolos a montones,
sin prisa y sin pausa.
Pasa el pájaro raudo en su vuelo, arañando el viento, encendiendo el firmamento
de luz, mientras camino solitario, rumiando mis pensamientos, añorando una
playa infinita a la hora del crepúsculo. Imaginando un remoto lugar del planeta
donde el silencio invada el aire y la paz al alma.
Sueño con un bosque encantando, con árboles llenos de piñas castañeando en el
viento, con un fogón crepitando en la perfumada noche de campamento.
Sueño con el sol reverberando sobre un mar verde, lleno el aire de olor a sal y
con la suave cadencia de las olas, brincando alegres en la playa.
Sí, sueño con las cosas simples de la vida y me interrumpe el chillido de los
neumáticos sobre el asfalto torturado, de pronto el día estalla en los mil
fragmentos de las palomas, que asustadas vuelan.
Otra vez estoy aquí inevitablemente solo, soñando con días llenos de luz en vez
de sombras.
La ciudad gime, grita, hierve y estalla, como si un gigante martillo marcara
cada instante.
Cada hombre está solo, abandonado a sus fuerzas, casa gota de sangre es para la
ciudad que la chupa de sus esclavos.
Ellos no comprenden, no pueden darse cuenta.
Desde cada cartel, desde cada televisor, periódico o palabra, el monstruo
adormece cada consciencia y entonces cada hombre cree lo que otros pocos
hombres quieren que crea.
En la ciudad se venden ilusiones en mil formas, cantos de sirenas en las noches
de neón.
Futuros bienestares, pero muy futuros, o la rítmica pegadiza música de
religiones que también buscan víctimas idiotizadas, pero hambrientas de creer.
El monstruo no duerme, se alimenta de cada obrero, que ficha su tarjeta de
control, de cada empleado que adormecido se cuelga de algún colectivo, de todos
ustedes que sonríen vacuamente.
Alimentamos al monstruo.
¿Quién o qué es? ¿la ciudad?, ¿un sistema? ¿una corporación? o quizás algo
absolutamente incomprensible o solo una irracional estupidez de destruirnos
todos por nada.
¿Qué hay detrás de los sueños, del inconsciente colectivo? ¿Qué hace una
propaganda subliminal? ¿Lo pensaste?
Realidad o quimera
Nada de lo que parece ser los en forma absoluta.
Los sentidos solo son cinco,
El grado de visión es parcial, somos parciales, pero hay otras realidades y
puede ser, quizás solo eso, que pueda ser que solo veamos una parte del
presente absoluto.
¿Quién guía nuestros instintos?
Sí, estoy aquí solo y pienso otros lugares lejos de éste caos, aun verdes, aun
vírgenes, aun limpios, aun claros. Y sé que hay un lugar un pequeño y gran
lugar reservado solo para mis ojos, mar o montaña, hielo o sol, pradera o
selva, está esperándome y lo deseo más que cualquier cosa, para huir del
monstruo, sea quien fuere.
Todavía estoy cuerdo, aun no creo lo que me dicen, dudo de todo, para no perder
la última libertad.
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ResponderBorrarEs verdad, (vaya la palabra) mucho de lo que nos muestran no es real, solo un engaño. Muy bueno
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