Todos
soñamos alguna vez con el paraíso, un lugar perfecto, donde reine la armonía y
la naturaleza sea espléndida. Podemos imaginar un lugar así de muchas formas.
Para nosotros -hombres de mar- se nos presenta como una isla tapizada por
cocoteros. Con arenas increíblemente finas y un mar tibio y transparente, como
tantas veces las hemos visto en fotografías.
Si
somos buzos, aún pedimos más: fondos repletos de corales, anémonas que se
mecen suavemente. Poder disfrutar a los peces damisela parecen jugar entrando y
saliendo de sus brazos. Queremos la trasparencia absoluta del mar, cavernas,
algún naufragio y por supuesto algún tiburón. Y claro, si vamos a pedir que
sean escualos “tranquilos” para disfrutarlos sin mayor riesgo. ¿Tortugas?,
también y algunas mantarrayas, peces payaso, pulpos…peces globo. De lejos el
peligroso pez león, morenas, barracudas, peces loro. También varias tipos de
corales, como el de fuego, el cerebro y el coral oreja de elefante
entre otros. ¿Temperatura del agua? veintiséis a veintisiete grados.
Cerramos
los ojos y nos vemos en el mar de las Antillas, con más de 300 días de
sol al año, con su ron, con aquellas historias de piratas…soñamos, nosotros
navegantes y buceadores de los mares australes. Queremos dejar atrás las frías
aguas del sur del mundo y dejarnos llevar por las tibias brisas caribeñas.
Abordar un pequeño catamarán y recorrer una extensa laguna formada con fondos
de coral. Un mar de muchos colores. Se pinta de un verde esmeralda, de pronto
es azul, blanco, celeste, tenuemente gris. Todo cambia y la isla queda
atrás, ahora nos dirigimos más allá de la barrera coralina, donde
comienza la rompiente. Nos zambullimos, vamos a buscar tiburones, tranquilos,
relajados, felices….
Decidimos
un día que debíamos encontrar un lugar así, con isleños amables, noches en que
la música de los nativos trepara hasta las estrellas, en suave cadencia.
Esperando nosotros, la inmersión del próximo día, en un nuevo regalo para los
sentidos. Luego saborear una buena cena., con la brisa tenue envolviendo
el aire y refrescándonos, con los mil aromas de la foresta
que duerme en la tibieza nocturna.
Un
día -en que las grises nubes invernales entristecían nuestra
querida Mar del Plata-, con mi hijo Alexis, encontramos el lugar. Hicimos los
números -comprendimos que era posible-, llamamos a un par de amigos allá en la
Isla de San Andrés, en el Caribe Colombiano.
Esta
Isla cuyo mar es llamado el Mar de los Siete Colores, se encuentra a siete
horas de vuelo desde Buenos Aires (previa escala en Panamá) y desde allí
otros 50 minutos Está ubicada en el mar de las Antillas a 700 Km. al noroeste del
territorio continental colombiano. Este pequeño pedazo de Colombia (trece
kilómetros por cinco) está conformado por las islas de San Andrés, varios
islotes, cayos y bancos de arena. No hay duda, es un paraíso para los
amantes del buceo y de la naturaleza plena.
San
Andrés es pequeña y casi toda la actividad se encuentra en la parte norte.
Ofrece un centro con numerosos negocios. En las noches su peatonal se recorre
en unas doce calles Sus playas son iluminadas de colores. Alguno de los
bares nos invita a sentarnos. A nuestras espaldas quedará la
playa, mientras las estrellas bailan lentamente en el agua casi inmóvil.
Paladeamos un viejo ron y escuchamos a los cantantes que recorren las
mesas. Todo es alegría en las noches tibias. Los isleños son personas amables,
quizás el mismo clima los hace así.
San
Andrés y las islas cercanas -Providencia y Santa Catalina- forman el tercer
arrecife de coral del mundo, con decenas de especies coralinas y una
biodiversidad que asombra. Lo curioso es que poca gente lo sabe y claro los
turistas van a los hoteles a “hacer playa” y a disfrutar del “todo incluido”
El
buceo, aún con varias operadoras no es un destino conocido ¡MEJOR!, permítanme
ser un poco egoísta ¡Todo esta virgen! También es fácil encontrar una multitud
de flora y fauna en los arrecifes y alrededor de dos docenas en
variedades de esponjas.
La
agradable temperatura, la extraordinaria visibilidad y las fascinantes
formaciones submarinas, como grutas y paredes con más de 43 puntos de
inmersión, son sólo alguna de las razones por la que elegimos ese destino. La
calidez de sus gentes y precisamente nuestro guía: Nelson Ramos nos
esperaba con su sonrisa amplia y su experiencia impecable en el manejo de
grupos de buceadores
¡Y
llegamos! Cansados de los fríos del sur, abrimos los ojos extasiados,
contemplando un mar de siete colores, y sol, mucho sol.
Treinta
Metros
El
segundo día temprano en el Hotel Decamerón Aquarium, el equipo de Nelson
–Drivers Team - nos esperaba y también muchas, muchas emociones.
Descendimos
treinta metros a pura piel –el agua 26 grados- y allí se abrió a nuestros ojos
maravillados, un fondo pletórico de vida. ¡Vemos la superficie!, la visibilidad
es enorme. Cardúmenes dóciles nos rodean, una raya en el fondo cubierta de
arena se aleja asustada. En los quince metros los colores explotan en cientos
de formas, el agua azul nos acaricia. Un pez payaso se esconde entre los brazos
de una anémona. Se acerca un pez cirujano Saco casi todo el aire de los
pulmones, me pego al piso, se acerca a mi luneta ¿Qué pensará?
Nunca
las palabras podrán reemplazar a las emociones que nos invaden allá abajo.
Volvemos
a tierra, ha sido más de lo esperado. Ahora vendrán los tragos, la playa, un
buen descanso y esperar la noche en que las estrellas se acunen en el agua. Nos
llegará al son del Calipso, la voz de un isleño que le canta al paraíso que
pudimos descubrir
Un
Buceo Profundo y Las Cuevas
Pasamos en fila, de
pronto en una de las salidas un inmenso cardumen nos cierra el paso. Ingresamos
en la segunda y luego en la tercera. Las burbujas quedan atrapadas en el techo.
Parecen charcos de agua pero es aire. Salimos al exterior y subimos por la
pared muy despacio. Luego de casi 45 minutos de buceo, hacemos una parada de seguridad
y subimos a la embarcación más que felices ¿Qué puedo decir? Ya no tengo
palabras. Nelson nos dice ¡vamos a recargar aire! Y ahorita mismo hacemos otro
buceo ¡y allá vamos! ¡Gracias Nelson! ¡Gracias por la maravilla de San
Andrés, Colombia y su gente maravillosa y gracias al Creador por brindarnos
semejante espectáculo.
Información
Adicional:
Ubicación: Está
localizado entre los 12º y 16º de latitud norte y los 78º y 82º de longitud
oeste;
SEAFLOWER.
En el año 2000, el Archipiélago
de San Andrés, Providencia y Santa Catalina , fue declarado Reserva de Biosfera
por el Programa del Hombre y la Biosfera, MAB, de UNESCO. Desde entonces
hace parte de la Red Mundial de Reservas de Biosfera con el nombre
de SEAFLOWER.
Uno de los factores
que más influyó en la declaratoria, fue su extensión de 300.000 kilómetro
cuadrados, que convierte a SEAFLOWER en la Reserva de Biosfera con mayor área
marina que existe en la actualidad
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