El 12 de agosto de 1986 me encontraba disfrutando la puesta
de sol en Punta Pardelas, en la Patagonia Argentina.
En la misma Punta, sentado sobre la última roca, la
naturaleza desplegaba sus colores indescriptibles. Mientras las estrellas aún
reacias aparecían danzando en las frías aguas del Golfo. Entonces la vi. La
botella iba y venía rodando. Moje mis pies descalzos y la levante. No tenía un
color preciso. Evidentemente el mar la retuvo mucho tiempo. El vidrio gastado
no permitía ver su interior. Un corcho y algo parecido al viejo lacre habían
asegurado su contenido. Algo guardaba. Volví al campamento, donde mis
compañeros limpiaban los equipos de buceo usados durante el día. Con cuidado
abrí la botella y un viejo papel, perfectamente enrollado salto a mis manos.
Una larga carilla, escrita con la vieja tinta y pluma decía
algo en alemán. Nos desilusionamos ya que no leeríamos ni una palabra hasta
volver a casa. Nadie hizo bromas, todos comprendieron que algo inusual
descubriríamos. Que aquella botella significaba que alguien desde tiempos
antiguos nos escribía.
Ya en casa logré la traducción y reuní a aquel grupo de
amigos en casa. No dije nada, luego del café empecé a leer lo que sigue:
“Hoy escuchamos que la guerra finalizó, la orden es emerger,
izar bandera negra y radiar nuestra posición El Capitán Herman Gretchen nos ha pedido
seguir hacia el sur. La única posibilidad es llegar a Argentina. Una larga y
peligrosa travesía. Nos han reabastecido hace solo cinco días. Cargamos
cuarenta tanques adicionales. Racionando comida no es imposible. La tripulación
estuvo de acuerdo incluso el Jefe Mecánico, Hans Hubert y el Segundo
Oficial Hackett, ambos casados, dieron su visto bueno. Sin embargo,
nuestro querido U 648 se encuentra en pésimas condiciones. Tiempo después el
Capitán me llamo y me leyó las verdaderas órdenes, nuestro destino era la Argentina,
deberíamos esconder los elementos que traíamos en los contenedores sellados.
Posteriormente, en el próximo verano y con la ayuda conveniente, llevaríamos
“esos” objetos a una de nuestras bases en el antártico “Neuberlin”. El escrito
firmado por el propio Almirante Dönitz terminaba con la setencia: : "Die
deutsche U-Boot Flotte ist stolz darauf, daß sie für den Führer in einem
anderen Teil der Welt ein Shangri-La gebaut hat, eine uneinnehmbare Festung“,
(la traducción es "La flota alemana de submarinos está orgullosa de haber
construido para el Führer, en otra parte del mundo, un Shangri-La, una
fortaleza inexpugnable".)
Antes de cruzar el ecuador, en viaje al sur, nos detecta en
superficie un destructor americano. Nos sumergimos 40 metros. Escuchamos el
detector. Nos lanzan cargas de profundidad. El Capitán ordena descender otros
40 metros. Las cargas explotan muy cerca de la popa. El jefe de máquinas recibe
un fuerte golpe en la cabeza y pierde la vida. Las cargas siguen cayendo,
entonces la orden es bajar a 200 metros, nuestro límite. Nos miramos, sabemos
lo que significa. Llegamos, se estabilizan planos. Todo cruje, revientan
manómetros, y varios caños. Se arruina el tubo lanza torpedos 1. Las
cargas ahora se escuchan muy arriba. El Capitán expone una idea: subir,
colocarnos a 150 metros. Lanzar previamente aceite y despojos, junto al cuerpo
de nuestro querido jefe de máquinas. Así los americanos supondrán que nos
hundimos. Finalmente les lanzaremos el último torpedo. Comenzamos el ascenso
sin control, las cámaras de lastre están fuera de uso. Ya no podremos parar la
subida. Nos miramos horrorizados, esperamos lo peor.
El único tubo disponible esta sin aire, no podremos
dispararlo y subimos.
El segundo jefe de máquinas lucha desesperadamente para dar
presión. Llegamos a superficie. Navegamos en línea recta hacia el destructor,
cada vez más cerca. Nos disparan. Finalmente, Kurk, nuestro Segundo grita
¡tenemos presión! El Capitán mira por el periscopio, nos alcanzan los disparos,
100 metros, cincuenta ¡fuego! El destructor vira a toda máquina, y escuchamos
la primera explosión luego una y otra y otra. Ha volado totalmente, escuchamos
el naufragio. Todos gritamos dando vivas a nuestro Capitán.
60 días más tarde, estamos frente a la legendaria Patagonia.
Cuando creíamos terminar el tormento de una navegación interminable, de
aire sucio y días sin sol, nuestro noble U 648 se rinde. Va a hundirse, ¡la
costa a solo cinco millas! No podremos bajar la carga. Un destructor nos divisa
y nos sumergimos a 100 metros, tocamos fondo. Perdemos toda la energía. El
escape solo es posible para cinco hombres, deciden quedarse. La muerte nos
espera en este fondo oscuro y frío
Escribo estas últimas palabras y las mandaré por el tubo de
señales en una botella.
Perdemos la guerra y la historia la escribirán solo los que
ganen, olvidarán nuestra lucha, Nuestros inventos podrían salvar al mundo, pero
ya es tarde. Dios se apiade de nuestras almas: Teniente Kiefer Vierr
Listado objetos que descansan en el U 648
Prototipo de un motor de Implosión por oxidación en frío
(fuente inagotable de energía).
Cañón Sónico. Rifle Vextok con visión nocturna.
Cañón de viento
Motor Sónico levita con 20 kilos estructuras de 1500 kilos.
Panel captador de energía solar.
Motor eólico
El resto es ilegible.
Mis amigos me miraron perplejos. La botella espero 41 años
para llegar a nosotros. Y no se equivocaron en nada. Hay algo más -dije- , y
todos hicieron silencio: 42 Grados 27 Minutos 22 Segundos Latitud Sur y 63
Grados 32 Minutos 16 segundos Longitud Oeste ¡El U 648 nos llama!
¿esto es cierto? ¿Realmente ocurrió? Muy bueno!!!
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