Le contaré una historia…tal como
me ha sido contada. Es absolutamente verídica, estoy convencido de ello, además
está esa prueba, tan clara, que no admite discusión.
En mi carácter de navegante soy
invitado, a las cenas mensuales que realiza la Hermandad de la Costa
el tercer jueves de cada mes, en alguno de los clubes Náuticos. Esto ocurrió en
la ciudad de Mar del Plata. Debo decir que la Hermandad de la Costa es una
Asociación de Marinos que realizamos las mencionadas reuniones regadas generalmente
por historias marineras. Cuentos de singladuras, mucha camaradería y “algo” de
vino (que como todos saben, afloja la lengua de los viejos marinos).
La cena de mayo del año en curso
(2004) se realizó el día mencionado. Allí concurrí a un excelente
asado. Compartí la mesa con varios amigos. A mi izquierda se sentó un
hombre mayor, un Ingeniero en Hidráulica, que diseño varios puertos de América y de
la costa Este del África. Este hombre de 79 años no aparentaba más de 65, alto,
delgado, con una voz profunda que sugería muchas vivencias. Se presentó como el
Ingeniero Antonio... (Me pidió que no divulgara su nombre). Estuvo mucho tiempo
fuera del País. Curiosamente fue el creador de la Escuela de Náutica de
Mar del Plata y de la Escuela de Remo. Gran navegante. Me refirió la historia y
me convino a publicarla...siempre que no pusiera sus datos. Aquí va:
“En el año 1945, precisamente
mayo, estábamos junto a un amigo Pedro Parral, ya fallecido, realizando
nuestros primeros caminos en el mar. Aún no se había abierto el espejo de agua que
es hoy el puerto náutico que tenemos (yo fui uno de sus constructores). Como
decía queríamos, más que cualquier otra cosa navegar. Fue así que tuvimos una
interesante invitación. El velero de dos palos Albatros zarparía de Buenos
Aires para Mar del Plata y había dos lugares disponibles. Con Pedro juntamos
algunas cosas y partimos a la Capital. Dos días después abordamos el
Albatros. Un barco de cuarenta pies de madera, muy bien cuidado. Ese barco
fue traído de Inglaterra y vendido al Capitán Eusebio Pérez, que lo
adquirió -curiosamente- con un marinero (a bordo) llamado Fuentes (nunca
supe su primer nombre). Era taciturno, callado y hosco, pero conocía al dedillo
las artes del marino. El Capitán Eusebio tampoco era de hablar
demasiado, más bien gustaba dar órdenes claras y contundentes. (Debo
contar que fuimos invitados a esa navegación pues QUERÍAN navegantes
deportivos)
Así partimos de San Fernando y
nos preparamos para un viaje de tal vez 56 o 60 horas (en realidad tardaríamos
bastante más)
El primer día navegamos, con
un viento de través del Oeste, que se mantuvo hasta bastante pasada
la medianoche.
Luego hubo diversos cambios de
dirección y comenzó el duro viento Sur. A media mañana del segundo día llegamos
a la Bahía de Samborombón. Entonces sin dar explicaciones, el Capitán ordenó
acercarnos a la costa pues bajaría con un bote auxiliar. Ante
nuestras preguntas y asombro, dijo colérico ¡es una orden! Nos esperan aquí.
Perderíamos mucho tiempo dado que como saben en ese sector la costa se aleja de
la dirección que uno toma al Sur. No obtuvimos respuestas y el Capitán con
su marinero se fueron, quedándonos solos. Así transcurrieron innumerables
horas. A la medianoche el Capitán y su acompañante volvieron con una extraña
lata de unos veinte litros. Ante nuestra sorpresa nos dijo escuetamente -aceite
para el motor- Nada dijimos pues era claro que en la lata habría cualquier
cosa menos aceite…Sospechamos de contrabando después de todo ¿para qué quiere
aceite alguien que navega a vela?
A partir de allí la navegación se
volvió dura y tal vez por mi imaginación tuve la casi certeza que algo o
alguien nos seguía. Aunque nunca vi nada más que mar encabritado. Me tocaron
largas guardias y la tercera mañana casualmente tuve esa sensación de ser
observado, volví mi mirada hacia popa y creo haber visto una estela sobre el
agua a unos cincuenta metros. Luego desapareció, aunque otras veces volvía a
“percibir” esa sensación en la nuca.
¡Arribamos a Mar del Plata luego
de 90 horas! Treinta más de las previstas. Era de noche, entonces amarramos la
embarcación a una gran boya (por entonces no estaban las marinas como ahora)
Por seguridad dormimos en el barco (aunque ya estábamos hastiados del mar y del
Capitán). A la madrugada (ya había luz) salí y asombrado descubrí la silueta
gris de un submarino, a menos de treinta metros. En su torreta se leía U
535 Un U-boat alemán. No di demasiada importancia al tema. Aunque de haberlo
sospechado tal vez la historia humana habría cambiado.
Un bote que salió del Submarino
tocaba tierra. Una mujer joven, con un largo capote de cuero bajó y se encaminó
a una de las salidas. En un momento volvió su mirada hacia el Submarino y pude
ver su rubia cabellera flamear al viento. Miraba a alguien. Entonces descubrí a
un costado de la Torreta a una figura también cubierta por un largo capote de
cuero negro. Se miraban. Luego la rubia desapareció entre la niebla que poco a
poco nos envolvía. Varios hombres salieron del interior del barco y saludaron
en silencio a aquella figura fantasmal. Uno a uno desapareció en la niebla, y
la figura quedó sola, mientras el bote lentamente regresaba por él. Todo
transcurría como una película en cámara lenta. En ese momento mi amigo Pedro-
sin sospechar lo que pasaba- salió por el tambucho de proa (atrás mío) y
grito ¡qué tiempo de m...! La figura volteó su cabeza y sus ojos ¡dios
mío! aún los recuerdo, se clavaron por un breve instante en los míos. Un frio
me sacudió de pies a cabeza, temblaba, helado, sin saber por qué. Pues no
reconocí aquel hombre, pero supe, sin ningún lugar a dudas que no era una
persona común. En esos escasos segundos comprendí la tristeza que torturaba esa
alma. Vi sueños, vi horrores, vi locura, vi fuerza, vi tragedias infinitas
y brutales, palpé –como no se- dolor, muchísimo dolor. Vi un final. Comprendí exactamente la
devastación. Luego el bote también se perdió en la niebla con aquella persona.
Yo no podía hablar y lloraba, en silencio, pero lloraba desde lo profundo de mi
alma por todo ese sufrimiento- entonces tuve la certeza- y hoy la tengo, que el
horror humano no ha cambiado y que el dolor ha vuelto a todos, una y otra vez.
Mi amigo me sacudió, y volví a la realidad. Nada dije, ¿Qué iba a decir? –Que
tiempo – Dijo Pedro y yo que quería sacar fotos!
Volvemos a abril de 1965. Veinte
años después. En el mismo lugar de reuniones la comisión de regatas
realiza una cena, allí fui, varios amigos recordando viejos tiempos y la
entrega de premios de la regata de turno. Un hombre ya muy mayor se acercó
a la mesa que estaba y me dijo “ usted es .el ingeniero Antonio”,
si-le dije- “usted llego en mayo de 1945 a bordo del
Velero Albatros”- si le dije- y continuó: “ aquella mañana la
niebla cubría el puerto”- ¿cómo sabe usted todo eso, quién es?-el
hombre con una leve sonrisa prosiguió : “ estuvo usted en África, precisamente
en ciudad de Cabo, durante cuatro años, y luego en Europa en Bélgica, por unos
trabajos de Hidráulica..”. Seguía ahora con su amplia sonrisa-” no se incomode,
no es mi intención, Mi nombre es Ramírez, en aquella época yo trabajaba en
seguridad del Estado. Usted y su amigo fueron investigados minuciosamente.
Supimos enseguida que solo eran dos muchachos deportistas. Sobre el Capitán y
el marinero...desaparecieron misteriosamente dos días después de la
llegada...nunca supimos más nada.” - ¿Pero ¿qué significa todo eso, porque la
investigación, quiere decirme que rayos fue todo aquello?
-Ramírez dijo” ya paso un largo
tiempo...y los muertos…muertos están, no se preocupe Aquel submarino, el U 535,
fue uno de los dos que llegó a Mar del Plata, posiblemente cargado de nazis.
Pensamos que el capitán del Albatros guio al submarino hasta nuestras costas.
Es probable que algunos desembarcaran en algún otro lado”.
Así quedaron las cosas, - dijo el
ingeniero- yo se las cuento a usted, publíquelas, sin nombres, como un cuento,
total ¿cuál es límite entre la realidad y la fantasía.
El Ingeniero se levantó para
irse, saludo a los amigos. ¡En privado lo detuve –no va a dejarme usted con
semejante duda! Aclaremos algo, en la bahía de Samborondón su capitán bajo
a tierra, de haberlo hecho en un bote de remos debería haber remado muchos
kilómetros, lo cual no es posible. Seguramente el submarino lo esperaba y
le dio esa lata, talvez el pago por sus servicios. Quizás una ínfima parte de
aquel oro de los nazis. -es usted bastante perspicaz, si yo también creo eso,
recuerde que tuve parte del viaje esa sensación que nos seguían. ¿Algo más? Me
dijo el ingeniero- Se hace tarde. ¡Si, si! -dije yo- el hombre arriba del
submarino, la mujer, la rubia que desapareció en la niebla, ¿acaso pudo ser
ella? –¿Quién? - pregunto el ingeniero –Eva, -dije yo- Eva Braun. -vamos dijo
mi interlocutor, es usted muy imaginativo! - Pero ¿no piensa que alguno de esos
hombres que vio bajar del submarino podría haber sido Eichman? –Quizás sí, quizás no-dijo
el ingeniero, tal vez solo pobres marinos cansados de la guerra- ¡No lo creo! -
dije - ¿y el hombre al que saludaban, ¡cuando su amigo salió y el hombre
escucho, dándose vuelta y mirándolo a usted ¿no me dijo que SINTIO que no era
alguien común ¡Usted lo vio- dígamelo ¿era él? -quien por ¡Dios! ¡Dijo el
ingeniero- Quien más! Hitler! Vamos a dormir, es muy tarde. -me dijo-El
ingeniero tomo el picaporte, abrió la puerta, me miro con compasión y me dijo: está
bien, total, ya todos deben estar muertos, por otro lado ¿quién va a creerle? -Saco
una pequeña cartera, muy vieja y me extendió un cartón amarillento.
–mire usted me dijo- ¿recuerda que mi amigo quería sacar fotos de la llegada?
No lo hizo, mejor dicho, la maquina se le disparó accidentalmente. Aquí está la
foto, justo cuando EL escucho a mi amigo y cruzamos nuestras miradas. -Temblando
mire la foto y se la devolví. Supe que jamás me la daría y que nunca podría
hacer el reportaje del Siglo. El ingeniero me dijo que a la muerte de su
amigo fue invitado a llevarse aquellos recuerdos que quisiera. En un cajón
estaba esa fotografía. Nunca supo la importancia de ese hecho. - ¿reconoce
usted lo que hay detrás del submarino? –dijo. ¡sí, si le comenté, claramente,
el muelle que está ahora atrás nuestro. -bien dijo riendo ¡qué historia! Buenas
noches Guardo la foto y se fue. Allí quede con la más extraordinaria historia
jamás contada.
Hoy después de haber pensado una
y otra vez cada hecho y observar la realidad, me conmueve hasta la tristeza que
tanto dolor no haya servido para nada. Estamos peor. El pueblo judío sufrió
tanto horror. Hoy sus gobernantes vuelven la historia atrás. Nuevamente otros
hombres sufren toda clase de barbaridades. ¿Saben que creo? No aprendemos nada.
Finalmente tengo la certeza- no sé si será la verdad-que las diferencias de
religión, color, sexo, raza, etc, no es lo que dividen a los hombres. Los que
los transforma en bestias es algo mucho más simple, el dinero, nada más.
Ustedes se estarán preguntando
¿era o no era? ¿Estuvo aquí en nuestra ciudad, no murió allá en
Berlín? ¿Ustedes que creen?
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