Este relato da nombre al libro cuya imágen se adjunta Fue publicado en el año 2013. Presentado en diversas Ferias del Libro, Sociedades de Escritores y presentaciones varias.
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¿Cómo puedo expresar un sentimiento? Busco la
forma, intento comprender de alguna manera mi situación y no la
encuentro. Se que estoy en algún lugar. Razono, por lo tanto, existo -
como diría Descartes- No siento mi cuerpo, es como si estuviese dormido, aunque no lo
estoy, pues si soñara VERIA imágenes y no veo nada. Tal vez este anestesiado,
aunque es como un sueño. Lo extraño es que no poseo ningún malestar físico.
Nada que me recuerde a mi cuerpo. Ni dolor ni sensación
alguna. Solo percibo (y no sé si es la palabra) un vacío, que traduzco en
soledad, como si supiese que nadie conoce mi paradero. Ahora
me llega un leve y suave malestar, pero no es físico. Sí, ,
es el olvido, alguien o algunos me han olvidado. Debo recapacitar,
recuperar mis sentidos, debo moverme, abrir los ojos, oler algún aroma. No, no
hay manera de extender cada uno de mis sentidos. Preguntas es todo lo que
tengo, debo seguir mi razón es todo, solo el puro razonamiento. ¿Qué me ha
pasado? ¿Qué es este lugar? ¿Qué me han hecho?
No oigo, no veo, no puedo tocar, ni oler, ni
desplazarme o moverme. Tampoco estoy en la oscuridad, aunque no hay luz ni
claridad, no sé cómo describirlo.
He dejado pasar un largo rato sin razonar, entonces la idea
del tiempo, del transcurrir me llega, estoy, el tiempo
pasa, pienso, ¡Es algo! Ahora me llega una impaciencia, algo me corroe, me
preocupa, algo que está mal, muy mal, pero no sé qué es. ¡Ahora una idea me
golpea brutalmente! ¿Quién soy?, no tengo ningún recuerdo. Pero si razono alguien
he sido, debo haber estado antes en un sitio. Me esfuerzo por recordar mi
imagen, pero no lo logro. La idea de masculino o femenino me asalta y quiero
saber si soy hombre o mujer No lo sé, aun no lo sé. No puedo dejar de
hacerme preguntas, tal vez si callara ¡vaya palabra! Si no hay sonido alguno,
digo si callara y dejara de pensar moriría.
Un largo silencio me lleva de nuevo a seguir ideando
pensamientos, la palabra muerte me espanta, pero por primera vez,
desde el momento de conciencia de mi estado, siento
una claridad intensa, debo estar muerto. He disparado la idea y ahora la primera imagen
llega clara hasta mí. Un nombre se expande en este vacío ANIBAL, estalla
la primera luz, ahora veo con cierta claridad gente yendo de un lugar a otro,
calles, casas, puertas y ventanas. Con ansiedad observo buscando las
respuestas. Pero no estoy allí
La idea de estar muerto se apodera de mí como una enredadera
ponzoñosa y sucia que se enrosca inmovilizándome.
Pensar, no puedo dejar de hacerme preguntas. Veo
ahora a un hombre encerrado en una pieza, con muros de piedra húmeda y una
estrecha ventana, muy alta, a la que ese hombre no alcanza. Así debo estar,
pero ni siquiera tengo sensaciones, solo un sordo dolor, una rara idea de perdida
que me atormenta.
Otra vez he detenido mi pensamiento y vuelvo después de
un largo rato a buscar afanosamente ideas. El concepto de tiempo no puedo
describirlo, tiempo implica movimiento, no estoy desplazándome,
por lo tanto ¿qué es para mí el tiempo? ¿Cómo puedo tener
algún tipo de existencia si no estoy en el tiempo? Es aterrador, comienzo a
tener plena consciencia del miedo, una extraordinaria fuerza me sobrecoge,
¡tengo miedo¡, pero no pudo gritarle a nadie, no logro siquiera saber si otro
ser sabe de mi existencia en este estado horrible.
Debo seguir razonando, es lo único que poseo, otras palabras
(no como palabras sino como idas en si) me llegan, incertidumbre,
impaciencia, tormento, ¡eso! tal vez estoy sufriendo un tipo de castigo, sufrir
sin cuerpo, entonces si algo o alguien está castigándome DEBE estar captando mi
dolor, pues sino ¿qué sentido tendría el castigo? El dolor causado por culpas
debe ser percibidos por otros, para poder obligarles por el temor
a no cometer los mismos actos que alguna vez realizo el castigado.
Pero entonces quiere decir que hay redención, que se vuelve a vivir. Que hay
otra posibilidad ¿entonces cuál es mi castigo si tengo esperanza? No, no es
posible, llevan a un hombre a su tumba, su cuerpo se bambolea pesadamente en el
ataúd. El ya no está allí, pero lo siente. Cada palada de tierra que golpea la
madera. Al principio puede aún ver a todos esos rostros, manos que ya no tocan,
ojos que ya no puede mirar. Se destroza en un apocalíptico grito, grita, cree
gritar, ruega, cree que llora, suplica, luego maldice. Pero solo es él, ya no
hay palabras que toquen el aire, no hay manos que lo sostengan, ni oídos que sepan que
esta, no hay nada. De pronto llega un olvido ilusorio, quizás una forma
de adaptación. Mas tarde un despertar, aunque esa expresión sea falaz.
Como si un ciego se despertara en un vacío absoluto, inmóvil, carente de toda
posibilidad de captar el más mínimo movimiento, sin poder tocar su cuerpo.
Entonces comienzan las preguntas y algunas respuestas llegan poco a poco,
recuerdos fugaces y más adelante quizás el dolor supremo. Sí, me alcanzan los
recuerdos y para entonces aumentara el dolor de lo perdido.
Razono que debe haber una absolución, un perdón, alguna forma
para que todo este dolor tenga sentido. Debo esperar, pero otra vez sé que no
estoy dentro de lo que se entiende por tiempo, solo el transcurrir (aunque esta
no sea la palabra) de mis pensamientos. Algo ocurrirá. Debe pasar.
Aníbal, me llega ahora un concepto, porque no puedo
representarme nada que no sea un vacío y estricto concepto, sin atributos, solo
la idea desprovista de contenido, porque se bien que no puedo representarme
a Aníbal como una idea, debe ser posible dar detalles.
Trato de establecer un patrón de razonamiento,
hacerme un orden, quizás de usar una lógica. Hora de alguna manera intuyo que
soy o he sido Aníbal. Es mi nombre. Es extraordinario. Comienzo a aclarar
poco a poco mi mente, ¿mi mente?, no estoy seguro de poseer una mente. Sin
embargo razono, es posible que este dormido, algún tipo de mal
que me impide mover mi cuerpo, eso es ¡que estúpida idea esa de estar muerto!
Despertare y me reiré junto a mi familia. Pero, no recuerdo ni siquiera mi
forma, ni mi cara, aunque sé que hay una forma física. Si solo estoy con un
tipo de enfermedad, en coma, por ejemplo, tendría que tener todas las
respuestas y ¡estoy casi en blanco! Entonces ¡Estoy muerto, muerto!
Otra vez me he callado, (pero no hay sonidos, no los
percibo) ¡eso! Pienso en el sonido, ahora DEBO pensar en la música, recordar
alguna melodía, quizás eso me lleve, a otro recuerdo. ¡Si!, aquella música
tan hermosa que estallaba en un coro, una explosión, los instrumentos aúllan y
el cielo se abre en la perfección de cada nota, sublime. La oigo,
pueda seguirla desde el comienzo y gozar el final sublime. Un nombre: Beethoven.
¡Mil pensamientos se hacen claros ahora! Una tarde, cuando la primavera
abría cada flor, y un suave perfume invadía el aire, escuche a mis trece años
esa maravillosa música. Mi padre me hablo del genio creador y desde entonces
pude seguir cada movimiento, cada estrofa del coro. Aquella época fue
particularmente feliz en mi vida. Fueron momentos hermosos. Aun veo a mi
hermana Luisa correr calle abajo. Verla desaparecer tras los altos árboles y
nunca más tenerla a nuestro lado. Supe que su secuestro fue un
saldo de cuentas por las actividades (que luego conocí) de mi padre.
Otra vez he dejado pasar un poco de “tiempo”
(para pensarlo de alguna manera). Se quien soy o quien fui,
Aníbal es mi nombre (o fue) Cada día de mi vida, es como un libro. Cada dolor
sufrido vuelve en un sacudón que estalla en este presente indefinido.
Puedo aun gozar del recuerdo de hermosos sonidos oídos alguna vez, pero brutalmente me
atormentar todos los sufrimientos, que antes he padecido. ¡Es espantoso! En
donde me encuentre sé claramente que ya no puedo modificar nada de lo pasado y
cada vez que vuelva a esos recuerdos, el dolor estará presente. Cada vez que por
mi propia causa alguien sufrió, yo lo recordare.
Es evidente que ESTO que me ocurre tiene un propósito:
una forma de castigo. ¡Entonces esto debe permitir el arrepentimiento y tal vez
el fin del dolor! ¡Eso es! Debe haber una salida final. Seguramente
hay un lugar donde pueda llegar lejos de este vacío, de volver una y otra vez
al sufrimiento. Mi padre, sí ahora llega a mí, pero no su cara, ni siquiera una
sombra que lo muestre. He perdido la capacidad de representarme caras y formas,
calles, lugares, TODO.
Pero se que mi padre hizo cosas terribles, lastimo a
personas. Me llega otro nombre Pablo, mi padre lo mato. Sutilmente, despacio,
como si usara veneno. Sencillamente logró que Pablo se suicidara. Y yo -de
alguna forma lo ayudé-Vislumbro otros nombres, Mara, Hernández, los hermanos
López, a todos asesinados por mi padre y yo estuve con él.
Un ahogo ¿ahogo?, no, no es la palabra. ¿Dolor?
Nada duele, pero comprendo el mal, que antes, fue aceptado por mí. El cansancio
atroz perturba mi razonamiento, un peso insoportable me oprime, no el cuerpo
que no siento. Sufro un horror que se expande en este vació insoportable.
Quiero gritar, ser escuchado, pedir perdón, piedad, quiero morir y no puedo. La
inexistencia, el fin la nada. ¡Quiero olvidar! Y se, definitiva e
irremediablemente que es imposible. No hay olvido. Cada palabra se clava en mi
razón a fuego y llegan otros recuerdos y más dolor, más suplicio.
¡No quiero acordarme de más nombres!
¡Mi hijo Juan! llega en oleadas de un calor que se transforma
en hielo, en un sordo gemido de pérdida. Traigo palabras para intentar darle un
lugar a la vastitud de mi dolor. Y otra vez la palabra dolor carece de significado,
pero no de consecuencias horribles. El abandono, yo lo deje a su suerte en su
infancia, sin su madre. No puedo acordarme los detalles. Y eso es aún más
enloquecedor pues ni siquiera poseo alguna ínfima imagen de un solo momento de
felicidad. Ahora entiendo el sentido, solo los recuerdos horribles. Nada de
luz, ni una nube, ni sol, ni sombra, ni claroscuros, nada. Solo el callado
rumor de la nada atroz y temible.
Me asalta la brutal idea de la eternidad. Un Prometo
inmortal cuyo vientre es devorado noche a noche por un águila. El supremo
sacrificio de los Dioses. Las cadenas que queman cada vez que intento
razonar. Cada mal, cada piedra tirada, cada palabra pronunciada para herir,
cada dolor causado está ahora aquí. Como el doble filo de una espada empuñada
ahora por mí y contra mí.
Estoy al borde del pánico, y sé que es inútil. Nada llega,
nada llegará, solo el dolor una y otra vez a devorarme lentamente en el vacío.
No quiero pensar, pero si no pienso nada me queda. ¡Sí!
Eso, no pensar es paz. No pensar es no sufrir.
¡Mara! Llega su recuerdo vago, su sufrimiento ante mi padre,
permitido y aplaudido por mí.
Tambores inaudibles, furiosas tormentas silenciosa estallan
en mil formas del dolor.
¡No quiero recordar! ¡No quiero!
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