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Navegación extrema





Es una forma de vida, la manera de demostrarnos que podemos  -siendo tan pequeños- ante la descomunal fuerza del mar. Es la camaradería que nos une en los mejores momentos y también cuando el barco cabalga desbocado sobre las olas y requiere de cada uno el conocimiento, el temple y el valor.
Un grupo de Navegantes de Mar del Plata, Argentina abordan cada fin de semana a un Sailor un magnífico velero, duro, marinero y eficaz aún en los mares más duros.
Su Capitán,  un médico marplatense el Dr. Luis Mazarella ha logrado reunir a un heterogéneo grupo de marinos que se lanzan ávidos de aventuras, deseosos de compartir, disfrutar la incomparable sensación de estar muchas veces solos en pleno mar. Atrás quedará siempre la hermosa Mar del Plata, transformándose en una pequeña línea costera. Navegan lejos, allí donde los ruidos de la ciudad desaparecen y queda la más maravillosa música, el canto del viento en las velas y su silbido en las jarcias. El  Mayna corre hacia el esquivo horizonte, trepa las olas, se bate una y otra vez con el ímpetu del atlántico sur. Muchas veces navegan con cielos límpidos y de pronto todo cambia y en un abrir y cerrar de ojos hay que achicar velas y el mar se vuelve áspero, duro y brutal. Allí esta la adrenalina, la vida misma al borde. El barco salta,  es abrazado por ríos de agua que corren de proa a popa. La espuma se alza furiosa y el viento ahora tapa hasta los gritos de las órdenes. Cada tripulante actúa,  realiza las maniobras con la mayor velocidad, cada uno depende del otro y todos del Mayna,  que vuela hacia puerto.
Otras veces el mar nos regala en las mañanas  un espejo de plata, que brilla indolente, sin nubes,  las gaviotas se nos acercan y planean arañando el azul profundo. En esos momentos de sutil belleza los navegantes intercambian vivencias y también sueños.
Algunas veces nos han sorprendido majestuosas ballenas o los saltarines delfines.
Alguien prepara el mate o un café bien caliente en los helados días de invierno.
El mar en que navegamos tiene algunas características especiales el puerto se abre al sur, los vientos generalmente rotan al sur y volver a tierra requiere muchas veces de complicadas maniobras. Dos escolleras crean el puerto la Norte y la Sur, esta última posee adelante, un gran banco de arena consolidado  que genera olas peligrosas incluso para la navegación de altura. Dato interesante a tener en cuenta si queremos volver con el barco en una pieza.
¿Cómo hacer si el viento sube y el mar se pone duro? Este puede cambiar muy rápidamente de condición, podemos salir en un hermoso día, mientras nos acompañan gaviotas juguetonas y al rato estamos en una tempestad, así es el mar, existe un viejo dicho marinero “La Mar  es una gran señora a la que no hay que faltarle el respeto”, entonces cuando todo se pone peligrosamente áspero hay que preparar el barco para las nuevas condiciones, el Mayna  se pone “proa” es decir la proa del barco apunta al viento para que las velas no porten y se restringe la mayor, también la vela de proa se acorta, ahora otra vez a navegar rumbo a puerto donde seguramente una gran marejada nos espera. En esos trances hay que colgarse de la banda del barco para usar todo el peso disponible, a fin que el barco escore lo menos posible. Allí, con las piernas afuera vemos pasar el agua velozmente, entonces el velero cabecea, hunde su proa y una masa de agua barre toda la embarcación y nosotros quedamos sumergidos en esos instantes de pura y absoluta adrenalina. El viento enardecido grita en cada jarcia, en cada cabo, las velas soportan igual que el palo, una tremenda presión. El timón quiere sacarle la mano al capitán. Los elementos desastados muestran la furia del océano indiferente a nuestra precaria situación. Y es así para nosotros,  navegantes del sur del mundo la Navegación Extrema tiene un significado preciso: Navegamos en todas las condiciones posibles y muchas veces nuestro querido barco es una figura solitaria en semejante mar. Mientras todos – menos nosotros- están aparentemente seguros en tierra. Si  nuestra filosofía fuese otra, si esperáramos días tranquilos navegaríamos muy poco. Aceptamos esta vida y disfrutamos ese placer. Quizás algunos supongan que arriesgamos demasiado, que no vale la pena, a ellos podemos decirles que también en tierra hay peligros.
Finalmente tocamos tierra y dejamos descansar a nuestro maravilloso Mayna, el Capitán -como si el barco fuese una suave gacela- lo arrima delicadamente al muelle, la aventura a terminado pero aún queda otro momento de placer un café caliente nos espera u otra bebida para seguir alegrándonos, para felicitarnos por la extraordinaria posibilidad de vivir una y otra vez esa maravillosa sensación de navegar. Recordamos frente a la mesa del café los momentos vividos y esperamos ansiosos las fotos que nos recuerden que allí estuvimos.
Si algún lector piensa ¡pero es una actividad para una elite! Le decimos que no es así, que puede realizar un curso y luego buscar amigos..! hay muchos barcos y pocos navegantes!
Y si nos preguntan ¿es largo su barco? Recordamos  otro viejo dicho que dice !en el mar no hay barcos grandes!

1 comentario:

  1. !Que audacia! Tan bien contado, el mar ofreciendo su furia..

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