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Palabras de marino







La luna surgió del horizonte casi sin darme cuenta, ese ojo acaramelado hizo brillar el agua inmóvil de la bahía. Las estrellas ahora se reflejaban bailando en el mar. Algunos peces saltan aquí y allá produciendo un chasquido suave, como si un pescador arrojara plácidamente su carnada. La noche ahora en su plenitud apagaba aún más los últimos sonidos. Las aves cruzaron el cielo en busca de sus nidos. Toda la costa desplegó las luces amarillas de las chozas de los negros. Estoy solo absorbiendo a bocanadas el aire salobre y fresco. Cierro los ojos y te veo corriendo descalza sobre la arena blanca, dejando pequeñas y casi etéreas huellas. Tu vestido blanco se agita con el movimiento ondulante de tu cintura. La brisa despliega como hebras de oro tu pelo lacio e imagina tu sonrisa amplia y generosa. La espiga de tu cuerpo dócil en mis manos de viejo marino. Los caminos del mar me han llevado a cientos de puertos, a océanos duros, a días de nubes y tormentas. Pero he vuelto una y otra vez a tu puerto, a tu piel frágil, tan suave como un atardecer caribeño. Me hundo en tus ojos profundos y en la calidez de cada abrazo que nos transforma casi en una sola persona. Me veo en tu choza, mirando cada estante, cada cosa que quisiera llevarme en cada viaje para tenerte un poco más a mi lado. Para tenerte en los largos y tristes días de océanos y cielos abiertos.

Mi barca espera, las velas quieren ser izadas, anhelan partir a otros destinos, pero me detengo, tu figura exquisita me busca, el sonido cantarino de tu voz llamándome me amarra a tu tierra. Entonces no pienso en otros puertos y despacio busco tu choza para encontrarte anhelante y tibia en mis brazos. El fuego de la chimenea casi apagado recorta tu piel en la negrura de la noche, presiento mis manos buscándote con impaciencia. Las largas hebras de tu pelo acarician mi cara y te beso profunda y emotivamente. La noche sigue indiferente a nuestro juego mientras la luna ahora alta espía nuestra felicidad desde el hueco de tu ventana. No quiero que amanezca, no deseo irme, solo la paz que me das tan tiernamente.

Afuera otros marinos han partido en busca de sus destinos de mares y de ron. de mujeres fáciles y distintas en cada puerto, yo estoy aquí en la maravilla de ser feliz simplemente en la frescura de tu vida que se me brinda sin apuros tan dulcemente….



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